No cabe duda de que nuestro sistema democrático tiende hacia un profundo bipartidismo. Y no es que espere que ganen las elecciones algún partido minoritario (aún tengo los pies en la tierra), pero es que ni se le brinda la oportunidad. Todo se centró en Rajoy y Zapatero. Es más, la campaña se centró en si Gallardón iba en las listas, se centró en la tostada con manteca colorá de Cañete, se centró en si Esperanza conspiraba por la espalda, se centró en la niña y en el «Buenas noches y buena suerte»…
Para nada vale lamentarse, nadie te escuchará si no vas con un capullo en la mano o unas gaviotas revolotean sobre tu cabeza. Es así, y punto. Siempre fue así: las dos Españas gobernadas por el miedo. El miedo a la corrupción socialista de antaño y el miedo a la actitud indescifrable del PP estos últimos años. Estamos gobernados por el miedo…
Y es que todo se resume en dos: lo bueno y lo malo, el blanco y el negro, el hombre y la mujer, el rico y el pobre… El dos es el número mágico de la división.
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