lunes, 2 de febrero de 2009

Compañeros de Viaje

Ojos pegados, piernas cansadas y cuerpos colgantes sujetos al vaivén de la extraña serpiente.

Una mujer divorciada que sale a ganarse el pan, un escolar que no ha vivido lo suficiente para perder las ilusiones. Espigados y ardientes adolescentes en busca de una mirada cruzada. Un inmigrante que buscaba mejor vida y llegó equivocadamente hasta aquí. Un hombre de negocios encorbatado: mirada arrogante, vida sin sentido.

Un anciano a cargo de su nieto que mira con sorpresa al exterior, escucha con miedo el ensordecedor ruido y huele con repugnancia el sudor del grasiento hombre de su lado.

Vista de una luz amarillenta que afeaba la piel; olor a humanidad y a aceite de maquinaria pesada; gusto a un amanecer demasiado tarde o aun atardecer muy temprano; ruido de los raíles o del silbido entre las ventanillas y tacto... Tacto de una barandilla sudada por sabe quién historia anterior. Tacto por un corazón que late junto al tuyo sin haberlo visto antes...

Cinco sentidos sujetos al vaivén de la extraña serpiente. Historias en sus entrañas libres a tu imaginación. El saludo de un amigo, el detalle de un desconocido o la espalda de un testarudo. ¿Qué más da?

Todos somos iguales allá abajo, cerca del infierno. Dentro de aquella extraña serpiente...

Mario Acosta le gustaba imaginarse las vidas de la gente que entraba y salía del vagón. En cada estación llegaban nuevos y se iban otros. Siempre los mismos. Recordaba la cara de los que se bajaban en tal estación y de los que deberían llegar al vagón en cada estación… Si durante algunos días alguien faltaba, suponía que estaba enfermo. O si era un hombre triste y gris, creía que lo habían despedido… Mario se imaginaba el funeral de aquella anciana que hacía dos semanas que no se montaba en la estación de Antón Martín…

1 comentario:

Menelwen dijo...

No sé por qué, pero me suena sacado de un libro... pero si es tuyo, mejor que mejor ^^